Con un llanto como prueba de vida
el poema en mí alumbró.
Gateó entre líneas, erró en mi mente y corazón
y nunca creció, se asentó perenne y no marchitó.
Quedó como poema de niño:
de rima fácil, de verso escrito,
de boca risueña que pide cariño,
que come manzanas y canta en un grito
Pero se enamoró de la prosa
y en negro amor se inmoló.
Conoció el sufrimiento del sol en el desierto
de un grito ahogado en la desesperación.
Maduró y adquirió alas, mente y razón.
No dudó en volar lejos, rumbo a la luna,
lienzo bohemio de tinta nocturna
que un poeta vagabundo en su hoja derramó.
Y un verso rebelde que escapó
huyó lejos, lejos, donde el poema nunca imaginó.